lunes, 1 de abril de 2013

La senda torcida del nuevo periodismo

La senda torcida del nuevo periodismo

La generación de reporteros que revolucionó la profesión en los sesenta vive un resurgir editorial

Lo que pretendía ser una feroz invectiva suena hoy a notable definición del nuevo periodismo: “[Es] un estilo bastardo que juega a dos bandas, explota la autoridad fáctica del periodismo y crea atmósferas propias de la narrativa”. Lo escribió en 1965 Dwight Macdonald en Paraperiodismo, o Tom Wolfe y su máquina de escribir mágica, artículo publicado en las páginas de The New York Review of Books para salir en defensa de otra venerable institución de la prensa de Manhattan, The New Yorker, cuando esta fue objeto de la iconoclastia a prueba de bomba (o casi, como se verá) de Wolfe.
El reportero de la afectada elegancia sureña y el traje blanco había publicado un hilarante texto titulado Pequeñas momias, motivado por un diálogo escuchado en la redacción de una joven revista de la ciudad que incluyó esta sugerencia del coloso del periodismo de los sesenta Jimmy Breslin: “Quizá deberíamos volar por los aires el edificio de The New Yorker”, dijo. Los chicos no llegaron a tanto, cierto, pero tampoco se cumplió la profecía de Macdonald: “Wolfe no será leído con agrado, o leído a secas, dentro de unos años, quizá el año que viene”. (+)