jueves, 25 de abril de 2013

Un punto más, una coma menos

IDIOMA | Ortografía

Un punto más, una coma menos

Ilustración: Luis S. ParejoIlustración: Luis S. Parejo
  • Una revista francesa renueva el eterno problema de la puntuación mínima
  • En caso de duda, ¿mejor poner muchos o pocos signos?
Un viejo chiste cubano mil veces contado decía que José Lezama Lima puntuaba sus textos en prosa como el que alimenta a las gallinas en un corral: tomaba un montón de comas con las manos, las lanzaba al aire y, allá donde cayeran en el texto, así que quedó 'Paradiso'.
La broma viene al hilo de la publicación de un número de la revista francesa 'Hiatus', dedicada en parte a la "puntuación mínima" (se puede leer en la red algún artículo en inglés incluido en el número), que es otra manera de referirse al eterno dilema que tenemos todos cuando escribimos un texto: en caso de duda, ¿poner una coma más o una coma menos? ¿Pecar por exceso o por defecto?
Cinco respuestas rápidas. Una: "Soy partidario de puntuar menos. De forma natural. Por lo tanto, si dudo, me temo que quizá acabe poniendo la coma o el punto" (Román Piña Valls; filólogo, profesor de griego, escritor, editor del sello Sloper y autor de 'Archipiélago Gulasch). Dos: "No sabría decir si es mejor pecar por exceso o por defecto, pero puedo asegurar casi seguro de no equivocarme que la tendencia general es incurrir en lo primero. En muchas ocasiones se tiende a puntuar (hablo ahora de comas) según se entona en el lenguaje oral, algo que es un error. Recuerdo una frase que me encanta de Alberto Gómez Font, antes coordinador general de la Fundéu BBVA: 'Respire pero no coma'" (Álvaro Peláez, filólogo y periodista y miembro de la Fundación del Español Urgente Fundéu BBVA). Tres: "Prefiero puntuar de más. Salvo que con la puntuación se cometa un error (por ejemplo, la coma entre sujeto y predicado)" (Mónica Liberman, responsable de correcciones y estilo en la editorial La Esfera de los Libros del grupo Unidad Editorial). Cuatro: "En caso de duda, navaja de Ockham: la opción más sencilla es siempre la mejor" (Pedro Urteaga; jefe de sección de Cierre en el diario EL MUNDO). Y cinco: "Yo, al contrario de la mayoría: [soy partidario de puntuar] de más" (Víctor de la Serna, subdirector de este periódico y autor de su libro de estilo). (+)

martes, 9 de abril de 2013

5 trucos para reportajes

Lee aquí.

martes, 2 de abril de 2013

Sobre 'Hiroshima' y su autor, Hersey

Hace 20 años falleció el periodista estadounidense

John Hersey, ¿el padre del Nuevo Periodismo?

A propósito de los 20 años de la muerte del periodista rememoramos el recuento de las consecuencias de la bomba atómica lanzada en Japón en 1945, recogido un año después por Hersey en 'Hiroshima'.

Por: Juan David Torres Duarte
John Hersey solía, durante las clases individuales que impartía a sus estudiantes en Yale, escribir notas al margen de las páginas que le presentaban. Discutía posibles yerros —en ese entonces, mitades de los setenta, Hersey era profesor de ficción— y sugería ciertos cambios. Luego, cuando terminaba la charla, borraba las notas al margen. Decía —desde que había escrito Hiroshima en 1946 para la revista The New Yorker— que los datos superficiales, los meros datos, eran olvidados en breve. En cambio, las emociones, las imágenes, la personalidad y las impresiones se grababan de verdad en la memoria. Quizá por ello borraba las notas: porque si no estaban escritas en la memoria y en la sensibilidad, no servirían jamás de nada. (+)

lunes, 1 de abril de 2013

La historia del carpintero y las 12 sillas

¿Qué hacer el primer día de clase de un curso de periodismo?

Roberto Herrscher


Primero, una aclaración necesaria: “qué hacer” es una pregunta bien grande. Lenin, un candidato presidencial, el líder de una secta o de una nueva corriente artística se animan a indicarnos qué hay que hacer. Yo soy de la tribu de los “y yo qué sé”. Me atrajo el desafío de FronteraD, pero la acepto con la condición de que lo mío se transforme en un “esto es lo que hago yo; después cada uno que haga lo que le surja”.

Con esa premisa, que me libera de miedos, parto a contarles lo que suelo hacer en ese día en que los que llevamos bastante dando clases (yo casi un par de décadas) todavía nos inspira respeto: el primer día.

¿Qué hacer después del “buenos días”?


*          *          *

Los nuevos alumnos entran al aula con cautela, como si estuvieran pisando vidrios rotos, y se sientan en las sillas dispuestas en forma de herradura. Los alumnos del Máster en Periodismo de la Universidad de Barcelona, que dirijo, suelen venir de una decena de países y un puñado de idiomas, y algunos están casi tan nerviosos como yo.

Primero, propongo la habitual rueda de presentaciones: en un minuto, que cada uno nos cuente a los demás quién es, de qué planeta viene y por qué está aquí. Algunos recitan su currículum, otros piensan que hay que hablar bien del programa. Pero en cuanto uno cuenta una historia, los siguientes se dan cuenta de que tienen esa libertad: a lo largo de los años he oído historias sobre conversaciones con el abuelo, sobre discusiones con la jefa, sobre una frase inspiradora de un maestro, o sobre el estado del periodismo en su país (sobre todo si el país es Venezuela).

Y entonces, cuando creen que el ejercicio terminó, es cuando realmente comienza.(+)

La senda torcida del nuevo periodismo

La senda torcida del nuevo periodismo

La generación de reporteros que revolucionó la profesión en los sesenta vive un resurgir editorial

Lo que pretendía ser una feroz invectiva suena hoy a notable definición del nuevo periodismo: “[Es] un estilo bastardo que juega a dos bandas, explota la autoridad fáctica del periodismo y crea atmósferas propias de la narrativa”. Lo escribió en 1965 Dwight Macdonald en Paraperiodismo, o Tom Wolfe y su máquina de escribir mágica, artículo publicado en las páginas de The New York Review of Books para salir en defensa de otra venerable institución de la prensa de Manhattan, The New Yorker, cuando esta fue objeto de la iconoclastia a prueba de bomba (o casi, como se verá) de Wolfe.
El reportero de la afectada elegancia sureña y el traje blanco había publicado un hilarante texto titulado Pequeñas momias, motivado por un diálogo escuchado en la redacción de una joven revista de la ciudad que incluyó esta sugerencia del coloso del periodismo de los sesenta Jimmy Breslin: “Quizá deberíamos volar por los aires el edificio de The New Yorker”, dijo. Los chicos no llegaron a tanto, cierto, pero tampoco se cumplió la profecía de Macdonald: “Wolfe no será leído con agrado, o leído a secas, dentro de unos años, quizá el año que viene”. (+)