domingo, 9 de octubre de 2011

Pilar Goya Laza, esposa de Rubalcaba

EL PERFIL. PILAR GOYA LAZA
La química de Rubalcaba
El secreto mejor guardado del candidato socialista es su mujer. Científica de renombre y discreta hasta rozar lo patológico, en Ferraz la quieren en campaña
09.10.11
ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO |


Oye, lo voy a dejar». Con sencillez, la directora del Instituto de Química Médica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) comentaba a algunos compañeros que se retiraba del cargo que ha ocupado los últimos seis años. Le quedaban otros dos para agotar el mandato. Lo anunció poco antes de las vacaciones de agosto, pero ni su renuncia ni el nuevo nombramiento -María Jesús Pérez Pérez- se han hecho públicos hasta hoy, salvo en la web del instituto, donde aparece el nuevo organigrama sin aclaración alguna. En las reseñas de la página del CSIC figura aún como directora. Su dimisión ha pasado tan inadvertida como ella, la desconocida mujer que el fin de semana pasado se sentaba junto a Felipe González, con jeans grises y suéter caldera, en la Conferencia Política del PSOE.
Oficiaba su marido, al que abrazó también públicamente el 9 de julio cuando fue proclamado candidato para tratar de retener La Moncloa en manos socialistas. A Pilar Goya Laza (Vitoria, 1951), como buena química de síntesis orgánica, le gusta cocinar en la probeta -que no en el fogón- para entender qué pasa. Ensayar, mezclar a puerta cerrada en el laboratorio. Jamás se había 'mezclado' con la actividad política. Pero los sondeos aprietan y en Ferraz hay quien piensa que esta «excelente científica» -con los sesenta cumplidos en septiembre y «de gran humanidad y humildad», coinciden distintos colegas de profesión- puede aportar luz y calidez a la imagen de Rubalcaba. La quieren lanzar.
Pero no esperen jugosas declaraciones ni campañas plagadas de guiños cariñosos fabricados por los asesores, como les gusta a los anglosajones. Llevan 32 años casados y en ninguna de las entrevistas que ha concedido como científica aparece el nombre de su esposo. Quizás por puro desconocimiento. En su empeño en disociar sus carreras ha llegado al extremo de no asistir a la inauguración del Año Internacional de la Química, hace unos meses. El acto lo presidía Rubalcaba. Pese a ser vicepresidenta de la Real Sociedad Española de Química y profesora de investigación en el CSIC, donde ha sido también directora de Relaciones Internacionales, ella se perdió ese día de gloria para una profesión olvidada en España.
Ahora, a poco más de un mes para el 20-N, ha vuelto a vencer sus reticencias personales y profesionales para apoyar a su marido desde la primera fila de los actos centrales de la precampaña. Como lo hizo en 2006, cuando finalmente la pareja se mudó de su casa de Majadahonda al número 5 del Paseo de la Castellana. Rubalcaba estuvo muy cerca de fallarle al presidente, de decirle que no tomaba las riendas de Interior para reconducir las negociaciones con ETA. Su mujer estaba destrozada. Tres de sus cuatro hermanos habían fallecido por diversas enfermedades en un breve espacio de tiempo dejando a cinco jóvenes medio huérfanos. Los hijos que la pareja nunca tuvo. Y Pilar Goya Laza ha crecido en una de esas familias grandes de colchón infinito para amortiguar las desgracias, donde siempre hay manos que sujetan. Ahora le tocaba ayudar a ella. Como dice un buen amigo suyo: «No ha sido madre, pero es muy tía de sus sobrinos. Lo lleva en la genética».
Nació y vivió sus primeros años en Vitoria, con sus abuelos maternos. Sus padres tuvieron que desplazarse a Estados Unidos por motivos laborales. Creció con el apellido de los conocidos confiteros Goya y la simpatía de los Laza, de los que ha heredado «una chispa increíble cuando estás en confianza», concede una amiga. No es de chiste fácil, pero tiene un punto socarrón. «Puede resultar excesivamente tímida. Hay gente a la que cae muy bien y a otra a la que no tanto. Hay que conocerla». Se educó entre ingenieros industriales; gente curiosa, emprendedora y cultivada. La familia se trasladó a Madrid y la adolescente Pilar brilló en el instituto británico donde estudió el bachillerato. En la Complutense se doctoró y enamoró de Alfredo. En la misma facultad conoció a Jaime Lissavetzky y a su mujer, Pilar Tijeras. Son íntimos.
El 'clan de los químicos' les llamaban entonces y lo siguen haciendo ahora. No solo porque veraneen juntos en Asturias desde hace más de veinte años. Goya le ha regalado este invierno a Lissavetzky su primera participación activa en actos de campaña del PSOE al protagonizar uno de los vídeos promocionales del candidato socialista a la alcaldía madrileña: «Madrid sería una ciudad muy afortunada si tuviera un alcalde como Jaime», comentaba a la cámara, nada forzada, una científica desconocida para el público.
Directora de varias tesis doctorales y profesora de investigación, nunca ha descuidado la docencia. Y eso se nota cuando se enfrenta a los micrófonos. Lo volvió a demostrar con aplomo el pasado febrero, cuando presentó el libro 'El dolor' junto a su coautora, María Isabel Martín. Otra vez, inadvertida. Muy pocos sabían que la mujer que hablaba de la compleja percepción que llamamos dolor podría ser la primera dama del país.
Save the children
Entonces concedió varias entrevistas, la mayoría en publicaciones discretas y de carácter divulgativo. Y en todas tuvo unas palabras para las enfermedades olvidadas en rincones del mundo donde no conocen la farmacia. Aunque los periodistas no se lo preguntaran, Goya se las ingenió para deslizar su preocupación. «Lo que es un problema en el Tercer Mundo muchas veces no es un problema en el mundo occidental. Es una tremenda injusticia», denunciaba una y otra vez.
Sabe de lo que habla porque es la vicepresidenta primera de Save The Children, organización que por cierto ya le ha puesto deberes al futuro gobierno, lo lidere Rajoy o, en contra de lo que dicen todas las encuestas, lo haga a su marido. Entre ellas, combatir el abuso sexual a menores, apoyar a las familias o asegurar la educación pública. «A Pilar le interesa la defensa de los derechos del niño en general, aquí y en el extranjero», apunta su director en España, Alberto Soteres. Ella no se implica en proyectos concretos porque los estatutos de la ONG se lo prohíbe. Su trabajo consiste en representar a la organización española en las convenciones internacionales. Habla inglés, francés y alemán -lo aprendió en Constanza, gracias a una beca postdoctoral de la prestigiosa fundación Alexander von Humboldt-, y está muy acostumbrada a hablar en público. «Pilar es una garantía, nunca te deja tirado», destaca Soteres.
Y concienzuda. Contesta todos los correos y devuelve las llamadas. Le gusta tanto ser detallista como tomar el sol en las playas de Llanes (Asturias), emocionarse con la ópera en directo o relajarse en casa con Bach. Le apasiona la música, sea barroca o pop. Maneja un espectro amplio, como en pintura. No se conforma con lo obvio. Cuando viene un colega del extranjero, le da un paseo por El Prado, pero en cuanto se despista le planta en Cuenca, en el coqueto museo que alberga una de las colecciones más completas de obra de artistas españoles de la generación abstracta de los años 50 y 60. Pilar les habla de la abstracción gestual, matérica o geométrica de José Guerrero, Antonio Saura, Rafael Canogar, Modest Cuixart, Pablo Palazuelo, Fernando Zóbel, Eduardo Chillida...
Como a su marido y a su madre, le seduce el cine clásico americano en general y el negro, en particular. Cuando puede lo comparte con los sobrinos. También le gusta profundizar en autores que lo mismo le dan a la tecla que a la claqueta. Teóricos de la ficción como David Mamet, guionista de 'El cartero siempre llama dos veces' o 'Los intocables', y director de otras grandes como 'El caso Winslow' o 'State and Main'. A esta mujer patológicamente discreta, que las circunstancias y las encuestas le han colocado en el vórtice del ciclón electoral, le gusta el lenguaje poético, escatológico y, a menudo, chocante de Mamet en el teatro. Hace poco, el autor estadounidense publicaba '¿Por qué ya no soy un izquierdista de encefalograma plano? Un ensayo de temporada electoral'. Arranca así: «A John Maynard Keynes le criticaban sus cambios de opinión. Respondió, 'Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace, señor?'».

Publicado en los diarios del grupo Vocento.