martes, 15 de marzo de 2011

OBITUARIO: IN MEMÓRIAM

Joaquín e Ibarz eran dos

MIGUEL ÁNGEL BASTENIER 15/03/2011
Había dos grandes periodistas cobijados bajo un solo nombre: Joaquín -siempre le llamé así y sus raíces de la franja de ponent nunca se estremecieron por ello- e Ibarz. El primero, también conocido como Quim, era el más completo hombre orquesta con el que he trabajado en un diario. El segundo, universalmente recordado, era el de América Latina que seguía tocando en la misma orquesta, pero con instrumentos ligeramente diferentes.
Joaquín se fabricó en el año-rado Tele-Exprés de Barcelona con el gran maestro de la época, ya desaparecido, Manuel Ibáñez Escofet -o simplemente Ibáñez- y su mano derecha, Josep Per-nau. Y lo hacía todo: deportes, espectáculos, información general, y quizá lo que menos le entusiasmaba, la política, aún no plenamente democrática en aquel comienzo de los años setenta. Su curiosidad lo devoraba todo. Deglutía semanarios anglosajones y franceses, y probablemente fue el primer periodista español que se tomó en serio a un joven bailarín norteamericano aún antes de que tuviera fiebre los sábados por la noche, John Travolta, y le hizo una doble página en aquel diario catalán. Quim Ibarz aguantó hasta el último momento -como en la vida- en el Tele-Exprés, y cuando la cambiante realidad española y algún empresario con más ilusiones que posibles lo cerró en 1982, La Vanguardia tuvo el acierto y el buen gusto de no dejarlo marchar.
Entonces fue cuando nació el Ibarz de América Latina; el que daba la voz a todo aquel que tuviera algo valioso que decir, sin conceder ni una sonrisa innecesaria a los poderosos. Fue, sigue siendo, el gran maestro de todos nosotros en la información sobre el mundo iberoamericano. En nuestras discusiones en La Habana, San Vicente del Caguán, México DF, Ciudad Guatemala y otros portentos, no siempre estuvimos de acuerdo en lo divino, pero nunca dejamos de coincidir en lo humano. En una ocasión me pegó un fraternal chorreo por algo que yo había escrito y no fui capaz de darle la razón. Ahora me arrepiento.

Publicado en El País.