Si no eres porfiado, olvídalo. Te dirán
que no hay espacio, ni dinero, ni lectores. En vez de perder tiempo
quejándote, pon el trasero en la silla como proponía Balzac. Y cuando
empieces a trabajar escucha el consejo de Katherine Anne Porter: no te
enredes en asuntos ajenos a tu vocación. A un narrador lo único que debe
importarle es contar la historia.
Una historia buena y bien contada
posiblemente le interesará a algún editor. Pero nadie te lo garantiza.
En caso de que no la publiquen, al menos te quedará una crónica
terminada. Guárdala como un tesoro: podría motivarte a hacer otra. Si
dejas de escribir cuando los editores te cierran las puertas, tal vez
mereces que te las cierren.
Aunque tengas un trabajo de tiempo
completo en un periódico o manejes un camión de carga, debes escribir.
Ninguna excusa es válida. Si solo atiendes los llamados del estómago,
¿para qué seguimos hablando?
(+)